domingo, 1 de febrero de 2015

De artistas, emociones y muerte.

Marga Gil Roësset.


Marga Gil Roësset dejó un sobre en el primer piso de la calle Padilla 38, en Madrid. Allí vivían Zenobia Camprubí y Juan Ramón Jiménez, en un edificio proyectado por el arquitecto Bernardo Giner de los Ríos como casa palacio. Muy de mañana, la joven escultora y pintora hizo el último recado y regresó a Las Rozas, a casa de su tío Eugenio. Buscó la pistola del abuelo, comprobó las balas del tambor y a media tarde se abrió un clavel de sangre en la sien derecha. Era el 28 de julio de 1932.
El suicidio de Marga Gil Roësset llenó la casa de luto. Marga era escultora y pintora. A los 10 años publicó sus primeras ilustraciones acompañando algunos cuentos de su hermana Consuelo. Después fue afianzando su pasión por el arte y, ya con la escultura como entusiasmo primero, entró de alumna en el taller del pintor López Mezquita y después al amparo del escultor Victorio Macho. Pero ella, difícil de domar, prefirió aprender a manejar trepanador y buril con reglas propias.
Juan Ramón Jiménez tardó un día en abrir el sobre póstumo de Marga. Un día en leer las 68 páginas que contenía. Un día en comprender que aquella muchacha de 24 años que se había alojado un balín entre los parietales lo hizo por un amor incalculable. Un amor desenfrenado. Por una colérica admiración a él, a su poeta. 'El diario de Marga', escrito a lápiz, compulsivo a ratos, intenso, doliente, con la caligrafía desguazada en algún momento, ha permanecido inédito 82 años hasta la edición que presenta ahora la Fundación José Manuel Lara siguiendo las pautas de Juan Ramón, que lo conservó dentro de una carpeta amarilla con una inscripción autógrafa: "Lo de Marga". Y dentro, las cuartillas junto a recortes y fotografías de aquella muchacha descompensada de amor y con un talento al que temprano le madrugó la madrugada.
Juan Ramón y Zenobia dejaron España en 1936. Buena parte del archivo de la pareja quedó al cuidado de su fiel Juan Guerrero Ruiz. "Entre otras piezas, conservó la carpeta amarilla con 'Lo de Marga' y el busto que la escultora hizo de Zenobia, hoy en la casa-museo del poeta en Moguer (Huelva)", explica Carmen Hernández-Pinzón, representante del legado del Nobel. "Durante años, el 'Diario de Marga' obsesionó a Juan Ramón. Y entre los encargos principales que le hizo a mi padre estaba el de recuperarlo y algún día sacarlo a la luz. La muerte de Marga fue un durísimo golpe para Zenobia y para él. Desde que la conocieron a la salida de un recital de ópera en Madrid, Marga se convirtió en presencia constante. Y jamás traspapelaron el recuerdo. Es más, en Juan Ramón siempre quedó un cierto poso de amargura".
Tardó tiempo el poeta en dar noticia a Zenobia de aquel pomo de desesperaciones que le dejó Marga en 68 folios: "Este manuscrito me lo dejó la pobre Marga la mañana del día que se mató. Como yo estaba esa mañana abstraído en mi trabajo y creí que lo que me dejaba Marga era algún poema para que yo se lo repasara, no lo miré ese día. Además, ella me dijo: 'No lo leas ahora'. No te lo he dado porque creo que es mejor no dártelo. Tampoco puedo romperlo; sentiría como si rompiera a Marga muerta. Puedes leerlo. Pero no varíes de sentimiento por Marga, ni pienses mal de ella". Zenobia ni varió el sentimiento ni pensó mal. La historia es la que es. La muerte es lo que queda.
"Y es que... Ya no quiero vivir sin ti ... no... ya no puedo vivir sin ti... tú, como sí puedes vivir sin mí... debes vivir sin mí (...) Mi amor es infinito!... La muerte es... infinita... el mar es infinito... la soledad infinita...".
Es el último rastro de Marga Gil Roësset. En 'Españoles de tres mundos', Juan Ramón le dedicó un hermoso texto donde daba cuenta de lo que ella supuso de gracia y revelación: "Si pensaste al morir que ibas a ser bien recordada, no te equivocaste, Marga. Acaso te recordaremos pocos, pero nuestro recuerdo te será fiel y firme. No te olvidaremos, no te olvidaré nunca. Que hayas encontrado bajo la tierra el descanso y el sueño, el gusto que no encontraste sobre la tierra. Descansa en paz, en la paz que no supimos darte, Marga bien querida". El poeta siempre tuvo en la mesilla de su escritorio una pequeña foto de la joven artista, enmarcada. La misma que hoy ilustra la portada de la edición de su diario. Tantos años después.
http://www.elmundo.es/cultura/2015/01/

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